La vida es difícil, para todos. Da igual que especie del reino animalia se forme parte, la vida es incómoda. Las liebres huyen de los zorros en invierno, las gacelas de los leones, las focas de osos polares y el ser humano de los problemas. Como especie humana es natural buscar la seguridad, aquello que nos trae estabilidad. He ahí el problema y falacia. Nada es seguro. Porque la seguridad es un invento de la mente, jamás se puede estar 100% seguro. La cantidad de variables que influyen en la inseguridad son enésima veces más altas que aquellas que son “seguras” y aquí es donde se bifurcan las almas y se dividen los bandos; los humanos que arriesgan y lo que juegan “seguros”.
La seguridad va asociada a controlar. Pero, ¿cómo controlar la vida? es imposible predecir un accidente o un acontecimiento inesperado. ¿Cómo controlar aquello que no creamos y ni entendemos? Pero la falacia continua, buscamos seguridad. Una pareja estable, un trabajo estable, un futuro prometedor. La mayoría de personas no memorables están en este bando. Probablemente, las personas más débiles. Porque es falacia luchar contra el dolor y el miedo. La seguridad es el concepto, que deriva del latín securĭtas, y hace referencia a aquello que está exento de peligro, daño o riesgo, o que es cierto, firme e indubitable. Y bien sabemos que la vida es todo lo contrario a esa definición. En cada esquina hay una bacteria mortal lista para ingresar a nuestro sistema y acabarnos, un potencial terremoto, un despido, un abandono, una falla, un desamor, una traición o una desilución.
¿Y qué si aprendemos a vivir incómodos? a encarar todas estas sensaciones de inseguridad y acogerlas como parte integral de nuestra vida. PORQUE EN LA INSEGURIDAD ESTÁ LA MEJOR PARTE DE LA VIDA.
En la inseguridad está el progreso, el avance. Solo aquel que arriesga obtiene resultados nuevos, resultados que son compartidos con los demás. Las personas memorables fueron arriesgados, con iniciativa para emprender proyectos, nadie ha escrito un libro de un pendejo. Desde la iniciativa de pintar en las cavernas (lo cual fue muy revolucionario para su época), la creación del Códice de Dresde de los Mayas, la liberación del pueblo de Dios por Moisés, Lao-Tze fundando el Taoísmo, Alejandro Magno liderando conquistas, Jesús creando una revolución mundial, Vespasian innovado en construcciones míticas, Marco Polo viajando a Asia en barquitos de madera, Martín Luthero haciendo una revolución propia, Galileo siendo curioso y perfeccionando el telescopio, Isaac Newton cuestionando la gravedad, Thomas Jefferson estampando su firma en el acta de Independencia de Estados Unidos, todos estos acontecimientos importantes cimentaron la sociedad moderna en la que vivimos y todos tenían un factor en común, fueron desarrollados por personas que arriesgaban.
Solo en la exploración de nuevas vivencias se puede progresar, así como el agua estancada se pudre, así las vidas en su “falsa seguridad” se desperdician. Toca aprender a vivir con las desilusiones y dolores, compartir el espacio-tiempo con la alegría y euforia, aprender a convivir con todas las sensaciones seguras e inseguras, a final de cuentas lo único seguro en la vida es la realidad misma.
Quizás lo que más nos cuesta entender como especie es que la vida es difícil y esa es su naturaleza, pero ese mismo misterio la convierte en belleza y arte a la vez. Cada momento y vivencia es única en sí misma y cada decisión que tomamos tiene un potencial desencadenante de acontecimientos que nunca podremos controlar. Si prudentemente arriesgamos todos los días, ¿qué tan lejos podemos llegar? ¿qué tanto progreso podremos heredar? la historia debe seguirse escribiendo con la firme pluma del progreso, es decir de arriesgar.
Muerte a la falacia de SEGURIDAD ya por favor.